Es tan extraño cómo en esta época el caudal de gente nunca deja de fluir, normalmente en mis días de descanso la feria está totalmente estática. Por primera vez en la historia del parque los artistas que se tomarán el día de acuerdo al rol de días de asueto que se acordó en la reunión previa a la temporada de vacaciones, debíamos anotar nuestros nombres en una lista para avisar que en efecto habíamos dejado de trabajar esa jornada. Algo desconcertada por la nueva medida pero sin más preámbulos me anoté en la lista en cuestión y me dispuse a buscar a Dalibor pues teníamos planes de visitar el pueblo juntos.
Emocionada por verlo me dirigí presurosa a su remolque para encontrarlo todavía dormido. Después de saludarlo acordamos que yo prepararía un almuerzo para llevarlo con nosotros mientras él se alistaba para salir.
Regresé a mi casa para preparar la comida, definitivamente quería impresionar al arlequín, así que empaqué lo más ostentoso que tenía a la mano en lo que él llegaba a mi puerta para partir. Fue una travesía muy placentera el camino al pueblo, no se parecía en nada a la última vez que recorrí esos senderos completamente sola, esta vez no me importó lo largo del recorrido ni la exagerada quietud de la plaza principal pues estaba acompañada de la persona que amo…y la verdad apreciaba la privacidad que nos regalaban los ocupados habitantes del pueblo. Caminamos por la plaza y visitamos los pocos locales abiertos a su alrededor jugueteando con los artículos que ahí vendían hasta que encontramos un buen lugar para comer debajo de un árbol con una fresca y espectacular sombra…
- “Ay, preciosa, sí que exageraste en el almuerzo de hoy…¿Vino, queso, pan, jalea de higo, nueces…pues qué celebramos?”, me preguntó Dalibor con una expresión de incredulidad mientras repasaba todo lo que había en la canasta que trajimos.
- “Pues, que estamos juntos…¿Te parece poco?”, le respondí con una sonrisa y un beso en los labios.
- “Sí es motivo de celebración…pero…no era necesario tanto lujo”, dijo con una mirada de desaprobación, “…y la verdad, no sé cómo te alcanzó para todo esto…¿Sabes cuánto hubiéramos podido comprar con ese dinero, no que te hacía falta maquillaje y ropa para salir o que querías nuevos forros para tus instrumentos?”.
- “No te enojes…el vino, las nueces y la jalea los guardaba para una ocasión especial, sólo compré el pan y el queso”, le comenté en un tono suave a manera de tranquilizarlo, “…quería compartir esto contigo, es todo”.
- “Tienes razón, perdón, no quise ser grosero”, expresó el arlequín bajando la mirada, “…es sólo que no estoy acostumbrado a este tipo de concesiones, tal vez de donde tú vienes este tipo de indulgencias son cotidianas”.
Es increíble como Dalibor puede robarme las palabras sin más que un comentario incómodo. “¿De donde yo vengo?”…¿Pues, qué concepto tiene de mí?, me repetía en mi pensamiento. Decidí no hacer más comentarios acerca de este asunto pues sabía que se convertiría en discusión y era lo que menos buscaba en nuestra primera salida como pareja consolidada…o cualquier cosa que se le pareciera. Traté de disfrutar nuestra cita aunque he de confesar que me atormentaba lo que me había dicho pues no sabía exactamente qué fue lo que lo inspiró a pronunciar tal frase. Intenté no darle mayor importancia, lo más seguro es que era un malentendido y basta…o así quería verlo.
De vuelta en la feria y ya después de despedirme del arlequín seguía pensando en lo que había sucedido hoy en el pueblo. Recorrí el Laberinto de Cristal con esa pregunta en mi cabeza: “¿Qué concepto tiene de mí?”. Pasé un rato frente al espejo en el que puedes verte varias veces como si estuvieras dentro de un caleidoscopio…”¿Todos pueden ver como realmente soy o cada quien ve el reflejo que más le conviene?”, medité. Seguía confundida, un poco enfurecida y hasta algo decepcionada de mi pareja…”¿Será que yo también veo sólo lo que quiero ver en Dalibor?”.
Antes de regresar a casa y prepararme para el día siguiente en que tengo que cubrir a algunos de los artistas que siguen en la lista para descansar, decidí darme una vuelta por el parque para aclarar mi mente. Todavía no sabía qué pensar y empecé a sentir una frustración que me laceraba profundamente.
Mientras paseaba por la feria vi la luz prendida en aquel remolque que no había visitado en algún tiempo por estar ocupada en mi nueva relación y me atreví a acercarme a la puerta…
- “¿Lihuén, estás despierta?”, murmuré mientras tocaba levemente la entrada de la casa de mi amiga.
- “¿Fénix?”, escuché en un tono de sorpresa, “Pasa…¿Estás bien?”.
Me alegré mucho de saber que podía platicar un rato con Lihuén pues ella sabría qué hacer en mi situación.
Le conté de todo lo que había pasado en el día y me escuchó atentamente con la predecible y muy bienvenida taza de café. Me hizo muy bien el desahogarme pues sólo así es que logro ordenar mis ideas. Me disculpé con ella por haber dejado de visitarla tan a menudo pero me contestó que lo entendía, cosa que me alivió bastante. La conversación fluyó bastante bien, aunque su respuesta me puso a pensar mucho…
- “Es que, nena, la cuestión aquí no es lo que piensa el arlequín de ti, sino el hecho de por qué no le dijiste absolutamente nada. Su comentario te alteró y sin embargo no dijiste una sola palabra…¿Por qué?”, me comentó Lihuén mirándome directo a los ojos.
- “Te lo dije, no quería pelear con él, quería que fuera una ocasión especial nuestra primera salida como pareja”, respondí.
- “Pues a mi parecer no está bien quedarse con nada pues a la larga esos pequeños secretos se juntan para explotar tarde o temprano…ahora son un pequeño copo de nieve pero si no lo controlas puede convertirse en una avalancha…y por tratar de proteger tu relación podría ser que cuando eso suceda el daño sea irreparable y la pierdas para siempre”, expresó con ese característico aire de seguridad suyo.
- “¿Pero y si no soporta lo que tengo que decir y se aleja de mí?”, pregunté abrumada y ya con los ojos húmedos.
- “Entonces nunca estuvo contigo”, contestó Lihuén dejándome muda y completamente inmóvil con su afirmación.