martes, 27 de mayo de 2008

Layla

Fénix morado en acuarela

    Solía pensar que los días en que se descomponía la Rueda de la Fortuna eran de lo más tediosos, esa irritante canción tocando una y otra vez mientras los engranes rechinan casi al compás de la melodía…se detiene con un estruendo y todo vuelve a comenzar hasta que encuentran cómo reparar la falla, hasta podría decir que era justo lo que tomaba lugar dentro de mi cabeza. Pensaba en cómo me sentía y casi cuando encontraba la solución a mi situación algo me interrumpía, como si el motor de mi propio razonamiento tampoco funcionara…”No, eso no puede ser…¿Qué haría sin él?...Tal vez esto sea normal en todas las parejas…”. Así permanecí prácticamente inmóvil sentada en las escaleras de mi remolque con la mirada fija en la defectuosa atracción y en los afligidos trabajadores que la operaban.

    - “¡Caray! Eres la primera persona que me deja terminar su retrato sin estarse retorciendo, si tan solo todos los que me piden un dibujo fueran así...”, dijo entre risas Layla, la caricaturista de la feria, sacándome del trance en el que estaba sumergida.
    - “¡Layla! Disculpa, no te había visto, estaba algo distraída”, le respondí con una tenue sonrisa, me levanté y me acerqué a ella para saludarla.

    Layla es un personaje peculiar, a pesar de llevar mucho tiempo dibujando caricaturas en el parque realmente poco se sabe de ella. No lleva una relación estrecha con casi nadie en la feria, es la única que prefiere vivir en una tienda en vez de un remolque y rara vez se le ve en las reuniones entre compañeros hablando con alguien. Lo cierto es que la gente tendía a hablar de ella pues no entendía su comportamiento y muchas veces el mismo Dalibor me había pedido que me alejara de ella pues pensaba que tenía algo qué esconder. Yo no entraba en polémicas, por alguna razón no nos habíamos podido acercar. Sé que su apariencia es un tanto diferente a la gente que trabaja aquí, siempre cubierta de cuello a tobillo con vestimenta en colores oscuros, una capa sobre otra. Sus ojos color marrón parecían ver más allá de lo que tenía frente a ella y su piel morena clara invariablemente manchada de tinta o pintura denotaba cierto grado de condescendencia a veces malinterpretada por el parque entero…pero que por lo menos a mí me inspiraba tranquilidad y sencillez. Su tono de voz grave pero armónico era normalmente escuchado pronunciando algún comentario sarcástico…si es que alguien lograba entender lo que decía.

    - “¿En serio? Pensé que era normal que la gente ni siquiera parpadeara…Toma, te regalo tu retrato”, comentó ella con una mirada pícara extendiéndome el pedazo de papel en el que estaba trabajando.
    - “¡Muchas gracias! Nadie me había dibujado antes”, le respondí alegremente y tomé el retrato con ambas manos.
    
    La imagen trazada en el papel, para mi sorpresa, me conmovió mucho. Pensé que sería un dibujo burlón como los que había visto que Layla hacía para los visitantes, en los que los mostraba ebrios o con un disfraz de payaso, pero en el bosquejo se me veía sentada en las escaleras de mi casa con mi cabeza apoyada sobre mi mano derecha y la mirada perdida en el horizonte, mis rodillas flexionadas y mis hombros encogidos dejaban entrever el frío de la tarde…y sentado a mi lado no había nada más que el vacío que me dejaba la espera diaria por Dalibor que ahora sustituía mi trabajo en la feria. Una imagen que tal vez no quería ver y que por eso huía de los espejos últimamente, me resultaba insoportable verme a mí misma…y el retrato en mis manos era demasiado real.
    - “¿Qué te parece?”, preguntó Layla arqueando las cejas y torciendo la boca en actitud inquisitiva.
    - “Es muy bueno, no sabía que hacías este tipo de bosquejos…”, dije en voz baja con los ojos aún clavados en el dibujo reflexionando en si era así como me veían todos.
    - “Bueno, la vida no siempre es una caricatura…”, comentó con seguridad y en broma mirándome fijamente continuó, “…Hay muchas cosas de mí que no sabes aún”.
    - “De verdad me gustó mucho mi retrato…¿Quieres un poco de café? Acabo de prepararlo”, expresé con una gran sonrisa con la esperanza de que aceptara mi oferta pues apreciaba mucho la compañía y en estos tiempos era raro que alguien se me acercara porque no entendían mi situación o por completo les desagradaba.
    - “Claro, sólo voy a dejar mi material a mi casa y regreso…No tarda en llover y es difícil dibujar sobre papel mojado ¿Sabes?”, argumentó Layla riéndose.
    - “Te acompaño”, contesté.

    No sé qué me impulsó a decir eso, sabía que podía traerme problemas con “El Arlequín” el ir con Layla después de que pidió que me alejara de ella pero estaba disfrutando mucho la conversación como para arriesgarme a que no regresara por el café prometido. Entré rápidamente a mi casa para esconder el dibujo en el cajón del tocador y caminé con ella hacia su casa con un miedo terrible ante la posible reacción de Dalibor pero al mismo tiempo emocionada porque siempre me había dado curiosidad ver qué había dentro de esa tienda.

    Al poner pie dentro de la tienda lo primero que noté fue la colección de máscaras esculpidas en papel maché ordenadas perfectamente en el estante del rincón, el diseño de cada una de ellas era tan impresionante que bien podían ser parte del mejor carnaval veneciano. Del lado derecho, recargadas una contra otra habían varias acuarelas de temas tan diversos como personajes en la feria y junto a ellas un par de lienzos manchados de pintura esperando ser convertidos en una obra de arte. Sobre la mesa y junto a una taza de barro descuidadamente colocada descansaban unas cuantas hojas de papel con poesía escrita en ellas, una pluma y hasta un par de tinteros vacíos. Del lado izquierdo, un librero con una colección literaria sorprendente así como una cantidad incontable de dibujos sueltos apilados sobre los anaqueles. La habitación principal estaba cercada por biombos de madera fina adornados al estilo oriental…Estaba parada en medio de la tienda sorprendida por todo lo que me rodeaba, devoraba todo con los ojos, me parecía tan bello todo lo que había ahí dentro. Quería preguntarle acerca de todo lo que estaba viendo, tenía razón, había muchas cosas que no sabía de ella…aún.

    Decidimos quedarnos en su casa para platicar en vez de regresar a la mía, fue muy buena idea pues me sentía muy cómoda ahí. Hablamos de poesía, de pintura, de música, de nuestras pasiones…que hasta ahora resulta que son muy parecidas. He de confesar que temía que surgiera el tópico de por qué dejé de trabajar para convertirme en estatua de marfil eternamente adornando la entrada de mi casa, pero estábamos tan entretenidas platicando de nuestras cosas que jamás se tocó el tema. La conversación me ayudó a recordar muchas cosas que había olvidado por ocuparme de llevar la vida que llevo ahora y así se lo hice ver. Le agradecí la compañía y regresé a casa, en donde irónicamente Dalibor ya me esperaba.
    - “¿En dónde estabas? Me preocupé al no verte aquí”, exclamó un tanto molesto.
    - “Fui a recorrer el parque, estaba un poco aburrida”, contesté fingiendo desinterés cuando en realidad la tarde que pasé con Layla me había puesto de muy buen humor.
    - “¿Y qué hay de interesante en la feria hoy?”, preguntó Dalibor con una mirada un tanto incrédula.
    - “Se descompuso la Rueda de la Fortuna”, repuse desviando un poco la vista de sus ojos.

martes, 13 de mayo de 2008

Paréntesis

Mujer con el rostro partido

    - “¡Las cosas cambian, tú misma me lo has dicho! Realmente no entiendo por qué no puedes simplemente alegrarte por mí, yo me siento muy feliz a su lado…(Sé lo que estás pensando, por favor, no me des más razones…tengo ya las suficientes)”, fue lo que le dije a mi amiga Lihuén con la mirada más penetrante que pude gesticular, quizás tratando de intimidarla en un esfuerzo inútil por evitar esa discusión tan temida…pero su comienzo ya era más que inminente.
    - “Ay, Fénix, ojalá eso fuera cierto…”, respondió en medio de un suspiro y bajando la voz, “…siento ser tan dura contigo pero me cuesta mucho ver que le permitas hacerte tanto daño.”
    - “¡¿Daño?! Pero si Dalibor me ama no me hace ningún mal, al contrario, me presiona para que sea mejor en todos los sentidos…y hasta ahora nadie había hecho eso por mí…(Antes de él yo me sentía perdida, lo único que hizo fue trazar el camino a seguir y pienso hacerlo)”, refunfuñé y perdí la mirada en el horizonte apretando los labios.

    Apretando los labios…conteniendo pensamientos, tantos secretos. Estoy exhausta, sé que esa batalla constante por hacerle feliz, por darle lo que espera de mí, me está consumiendo poco a poco…y es inevitable, pero para este momento ya estoy atrapada en una espiral sin fin que te hunde más y más jalándote hacia el más oscuro de los abismos disfrazado del más abnegado de los amores. Por alguna razón la feria no parecía la misma. Eran las mismas caras, los mismos espectáculos, las mismas atracciones…sin embargo lo sentía todo tan lejos, como si yo no estuviera ahí realmente…yo pertenecía a otro mundo, a él. Era como si estuviera presa dentro de mí misma, me sentía gritar con todas mis fuerzas en mi mente más nadie podía escucharme…ni quería que lo hicieran. Parece mentira, pero dentro de esa cárcel de pretensiones, de apariencias, de ilusiones efímeras y promesas de sueños me sentía más segura que en cualquier otro lugar en el mundo. De pronto el relicario que me regaló se sentía tan pesado en mi cuello, como si fuera un símbolo de propiedad…pero al mismo tiempo me daba un sentido de entrega inimaginable - ja, como si necesitara otra cosa para hacer más obvia mi enfermiza devoción a aquél que si en un principio fue el más dulce de los romances, ahora era el más inalcanzable de los verdugos. Si tan sólo todo fuera como antes…

    - “¿Y ser mejor significa cambiar todo lo que eres?”, preguntó Lihuén interrumpiendo el sin fin de ideas que pasaban por mi cabeza, “¿Hace cuánto que no visitas a tus amigos, que no sales del parque o del remolque siquiera, hace cuánto que no vas al Laberinto…por darle gusto?”
    - “Tienes la idea equivocada, Dalibor no me pide que haga o deje de hacer esas cosas, es sólo que me gusta estar en casa para recibirlo cuando termina su número en el show…(Además, mientras yo esté bien con él, el mundo puede caerse y no me importaría)”, contesté con una sonrisa un tanto fingida…era cierto, él no me lo pedía, pero hasta cierto punto yo creía que debían ser así las cosas.
    - “Es que no se me hace justo, él sale cuando quiere salir y sé que has pasado más de una noche angustiada por dónde estará…o con quién”, me dijo mi amiga con una expresión un tanto suspicaz que hizo que me hirviera la sangre.
    - “¡Yo no tengo por qué desconfiar de él, tú no sabes cómo son las cosas entre nosotros, no tienes derecho a meterte!...(No quiero pensar en eso, duele demasiado, no me presiones)” grité…era la primera vez que le gritaba a mi tan querida Lihuén quien se quedó atónita ante mi reacción.

    Recargué mi cabeza en la puerta del remolque, el sentarme en las escaleras a la entrada de mi casa se había vuelto prácticamente un ritual esperando el regreso de Dalibor cada noche. Cerré los ojos y llevé mi mano a mi frente para hacerle ver a Lihuén que estaba cansada, quizás así no seguiría la conversación…no necesito sus juicios, bastante tengo con convencerme a mí misma de que estoy tomando la decisión correcta. Después de todo, bajo estas circunstancias nadie puede decirme algo que yo no haya pensado antes…más me gustaría poder decir lo que pienso sin temer a que todas mis sospechas sean ciertas. Odio no poder ser sincera, odio tener que decir una cosa mientras pienso otra…odio todo aquello que queda sin expresarse, esos paréntesis a los que últimamente he recurrido tanto en mi obstinación por hacerle creer a los demás que no hay nada qué esconder. Odio en lo que me he convertido, ese ser completamente dependiente e inútil. “El Arlequín” llegará tarde de nuevo…lo amo tanto, le tengo tanto rencor…mi bendición y maldición al mismo tiempo.
    - “Lihuén, perdóname, no quise gritarte…estoy cansada, es todo. ¿Por qué no platicamos mañana? Dalibor no tarda en llegar y yo no he terminado de preparar la cena…(No quiero que te des cuenta a qué hora llega, amiga, no me hagas sentir más humillada)”, expresé con un gesto de arrepentimiento y frustración, tomé su mano y la apreté con la esperanza de que no se hubiera ofendido con mi actitud.
    - “Nena, yo sólo quiero lo mejor para ti. Tienes razón, no conozco bien a Dalibor, pero si tú dices ser feliz con él yo no me meteré más…tu palabra es suficiente para mí”, me respondió Lihuén correspondiendo a mi gesto con la mano, besó mi frente y se marchó.

    ¿Por qué siento que también hay paréntesis en lo que ella me dice? ¿Por qué no me dijo que sabía que no iría a platicar al siguiente día? ¿Por qué creo que ella si puede ver la diferencia entre lo que pienso y lo que digo? ¿Por qué nunca me ha dicho qué le mostraron las cartas cuando las consultó para Dalibor y para mí? No puedo dejar que me molesten estas preguntas por ahora, tengo que prepararme para una noche muy larga de duda y angustia…como muchas en estos meses. Sé que preocuparme no lo traerá a casa más rápido, pero es inevitable sentirme así. ”Que esté bien, que no le haya pasado nada, no me importa dónde esté ni con quién pero que esté bien”…es incontable el número de veces que pasa ese pensamiento por mi mente cuando él no aparece…”¿Y si quiere irse…y si ya no le intereso, por qué me hace esto si yo le he dado todo lo que soy y todo lo que tengo?”…invariablemente secunda la idea anterior…”No quiero dejarlo, no puedo dejarlo, lo amo demasiado…creo que sólo muerta saldré de esto pues no pienso hacer nada por apartarme de su lado”. En vista del poco éxito que tuve al intentar dormir un poco, me levanté a arreglar un poco la habitación. Es curioso cómo cuando las cosas están así de decadentes es que las regresiones hacia mejores tiempos parecen incesantes. Los recuerdos más que hacernos sonreír nos invaden de nostalgia profundizando ese sentimiento de impotencia ante una ya anunciada separación, marcando en lágrimas esa desesperación por una bocanada de aire fresco que nos devuelva la esperanza de que bien podría ser sólo una mala racha en vez de la ya declarada ruptura entre dos personas. “Ruptura”, no podría ser más acertada esa palabra. Se siente como si la propia alma se desgarrara en esa búsqueda de una manera de recuperar la tan anhelada paz interior que solíamos experimentar al lado de esa persona, el pecho se hunde, duele, el corazón literalmente parece romperse en mil pedazos como si estuviera hecho de cristal.

    Durante mi extenuante paseo por mi casa me detuve frente al único espejo que he visto en mucho tiempo. Ese en el cual solíamos contemplarnos juntos Dalibor y yo sonriendo por habernos encontrado el uno al otro. La imagen es insoportable, todo ha cambiado tanto. “Eres hermosa, mírate”, solía repetirme una y otra vez mi arlequín mientras nos enamorábamos. Es aberrante toda la rabia y la melancolía que me invaden al verme reflejada en un espejo ahora, razón suficiente por la cual no me he atrevido a visitar el Laberinto Cristalino, no aguantaría el contemplar mi semblante de decepción en esos espejos que me han visto tan feliz...precisamente gracias a él.
    - “¿Sigues despierta? Te he dicho que no es necesario que me esperes”, fue lo primero que dijo Dalibor al entrar al remolque.
    - “No podía dormir, ya sabes que mi insomnio ha alcanzado un nuevo nivel. ¿Quieres algo de cenar?...(¿Por qué me hablas así, no te das cuenta de que estaba preocupada por ti? Ni siquiera voy a preguntar dónde estabas, temo que lo sé)”, le respondí con una sonrisa acercándome a él para darle un abrazo.
    - “Ya cené, gracias. ¿Qué hiciste hoy, te quedaste aquí todo el día otra vez?”, me respondió un tanto cortante apenas correspondiendo el abrazo que le di.
    - “Vino Lihuén a visitarme, platicamos un rato…(Me lastima que no me quieras cerca de ti. ¡Aquí estoy! ¿Por qué ni siquiera me miras a los ojos?)”, comenté con la mirada baja avergonzada por admitir que de nuevo no había hecho nada durante la jornada como él decía.
    - “Ah…¿Y qué te dice tu amiga?”, balbuceó Dalibor mientras se metía en la cama ya un tanto adormilado.
    - “Que vaya a platicar con ella mañana…(Que te deje, aunque eso ya lo sabía)”, expresé mirando hacia arriba tratando de evitar romper en llanto.