jueves, 9 de octubre de 2008

Idilio

Corazón de cristal roto
    Me fui a la cama particularmente cansada hoy en la madrugada. Pasé la noche entera esperando a Dalibor y puliendo mis tambores pues dadas las circunstancias hablé con el administrador del parque y mis compañeros músicos para que me dejaran regresar a ensayos…no quiero arriesgarme a perderlo todo, no sé cuándo o si me iré con Layla y la comida empieza a agotarse. Me había vuelto completamente dependiente del Arlequín y eso me pesa mucho – quizás tanto como a él - creo que a eso se refería cuando me dijo que yo no aportaba nada a la relación. En fin, estoy convencida de que no hay mejor momento para que regrese a trabajar.

    Sentí que sólo había pasado un instante desde que renuncié a mi espera nocturna y decidí tratar de dormir un poco cuando escuché que se abría la puerta del remolque dejando entrar la suficiente cantidad de luz como para deslumbrarme. Apoyé mi cuerpo sobre mi codo flexionado y con la otra mano traté de hacer un poco de sombra sobre mis ojos para poder enfocar y distinguir la silueta a los pies de la cama. Después de unos segundos la puerta de la entrada se cerró dejándome vislumbrar al Arlequín mirándome fijamente. Me puse de pie de un salto para después quedarme congelada, no sabía qué hacer ni qué decir. Estaba furiosa con él por haberse marchado así pero todavía no estaba segura si había sido por mi culpa, además de que me aliviaba verlo con bien.
    - “Me alegra que estés de regreso”, dije en voz baja.
    - “¿Cómo estás?”, preguntó Dalibor en el mismo tono pero mirándome a los ojos.
    - “Mejor ya que te veo”, afirmé con una sonrisa tímida y pregunté, “¿Tú cómo estás?”.
    - “Bien”, replicó cortante y siguió, “¿Cómo sigues?”.
    - “Un poco mejor, fui al médico con Lihuén, debo regresar a verlo en un par de semanas”, le conté al Arlequín.
    - “¡¿Por qué, qué es lo que tienes?!”, exclamó sorprendido.
    - “Pues creo que podría estar embarazada, pero el doctor me dijo que había que esperar un poco para estar seguros”, le expliqué.
    - “¿Qué, desde hace cuánto sospechas esto?”, preguntó. Iba notando cómo su mirada se llenaba de ira.
    - “Luna y media”, contesté con miedo y continué, “…pero no te lo había dicho porque no quería preocuparte, ni siquiera estoy segura”.
    - “¡Y le contaste a la chismosa de tu amiga en vez de a mí!”, gritó con rabia el Arlequín.
    - “Lihuén no es una chismosa, además ella sabía dónde estaba la oficina del médico”, repliqué tratando de calmarlo.

    Me arrepentía sinceramente de haberle dicho una palabra sobre mis sospechas. Probablemente no era el mejor momento para decirle pero nuestra relación ya es tan volátil que no había ninguna diferencia en contarle ahora, después, antes…el temor constante de que él perdiera los estribos era latente todo el tiempo.
    - “Veo que nada ha cambiado, me voy a trabajar”, expresó frustrado Dalibor, me dio la espalda y antes de salir del remolque afirmó, “El primero que debía enterarse si cargas a mi hijo en el vientre era yo”.

    Para entonces el sueño se me había ido y decidí comenzar la jornada como lo hacía recién había llegado a la feria, hoy era día de ensayo y aunque me tomó mucho más tiempo que antes el estar lista, estaba emocionada pues por primera vez en lo que parece una eternidad me sentía libre, independiente, admirada – “¡Fénix tocará con nosotros!” – exclamaban los músicos nuevos que tanto habían escuchado hablar de mí…y aunque estoy segura de que no todos los rumores son buenos, por lo menos mi destreza en escenario era indiscutible. En la pista me dieron la bienvenida mis compañeros. No voy a mentir, fue algo intimidante para mí encontrarme con tantas caras nuevas pero el ensayo transcurrió excelentemente bien a pesar de los tropezones que tuve por dejar la música tanto tiempo. Todos nos acoplamos maravillosamente y de seguir así podría estar en el número principal de nuevo en unas cuantas semanas. Estaba tan concentrada en aprenderme los nuevos compases que fue hasta que terminamos de ensayar que me di cuenta de que Dalibor me miraba sorprendido desde el otro lado de la pista y sonreía. Me sentía muy aliviada, tranquila – hasta feliz por ver que todavía tenía talento musical, temía haberlo perdido por completo. También me sentí a aliviada porque el Arlequín había vuelto…más me dolía profundamente darme cuenta de que todo seguiría igual.

    Dejé mis instrumentos en mi casa y salí a caminar por el parque. Hacía tiempo había descubierto un rincón desolado detrás de la carpa de juegos de destreza, ahí podría pensar y nadie me molestaría. Me senté sobre el montón de hojas mientras pasaban mil pensamientos por mi cabeza; mi retorno a la música, Layla, Dalibor, mi posible embarazo, Layla, Dalibor…Para mi sorpresa, mi escondite no era tan desolado como yo creía o tal vez ese alguien que escuchaba acercarse me conocía bien.
    - “¡Fénix, sabía que estabas aquí, te he buscado por todas partes!”, exclamó Layla al verme escondida tras la enorme carpa y siguió, “¿Sabes que el Arlequín está de regreso? Acabo de verlo con sus compañeros de número en la pista”.
    - “Sí, hablé con él esta mañana”, respondí algo cortante y con la mirada triste. - “Mmmm…creo saber cómo te fue con eso”, dijo la caricaturista torciendo la boca en tono irónico.
    - “Ja, sí…no fue un gran reencuentro”, le contesté con una sonrisa y volteando la mirada hacia arriba.
    - “Bueno, ya que viste que él está bien podremos marcharnos, no tienes por qué sufrir más. Verás que todo se arreglará en cuanto nos vayamos de aquí”, comentó Layla y continuó, “Te espero mañana en la noche, podemos huir durante su show, así no se dará cuenta. ¿En dónde te veo?”.
    - “En el Laberinto de Cristal”, dije sin más. En el tiempo que me tomó decir estas palabras repasé toda mi relación con el Arlequín; tantas lágrimas, tantos gritos, pero también tantas ilusiones y palabras dulces. No podía creer que terminara así, no podía creer que terminara…pero me cansé de esperar que él se atreviera a soltarme así que tendré que hacerlo yo pues nada va a cambiar, no será como antes jamás y eso había que aceptarlo. Me despedí de Layla con la promesa de encontrarnos a la noche siguiente y regresé a casa.

    Me puse muy nerviosa al encontrar la luz prendida, significaba que Dalibor estaba ahí y yo ya no tenía la menor intención de seguir discutiendo. Me armé de valor y entré aunque fue duro pensar que esa era la última noche que pasaba con él, mi arlequín, mi compañero, mi amante, mi tortura y hasta hacía poco mi razón de ser. Le di un abrazo con la idea de que bien podría ser el último y él me correspondió acariciándome el cabello. Lo besé, lo observé tratando de memorizar cada detalle de su rostro, le acaricié el pecho, no quería soltarlo. Rompí en llanto y aunque él pensaba que eran lágrimas de alivio por su regreso yo tenía algo muy diferente en mente.
    - “Te vi en la pista hoy”, comentó Dalibor con tono de orgullo y preguntó, “¿Regresaste a trabajar?”.
    - “Sí, así podré valerme por mí misma y si mis sospechas son ciertas, también podré hacerme cargo”, respondí con una seguridad que el Arlequín nunca me había escuchado.
    - “De eso quería hablarte”, dijo en voz baja, metió la mano a su bolsillo, sacó un diminuto zapato tejido con estambre blanco y lo puso en mi mano diciendo, “yo también quiero hacerme cargo, perdóname por haber reaccionado así cuando me dijiste”.
    - “Pero ni siquiera estoy segura…”respondí antes de que me interrumpiera.
    - “…No importa, si es que no sucede ahora lo intentaremos de nuevo. Fénix, yo te amo, quiero estar contigo, quiero empezar una familia a tu lado, quiero que tú seas mi familia. No sé qué pasa, no sé por qué nos hacemos tanto daño. Por favor…¿Quieres empezar de nuevo conmigo?”, me dijo Dalibor entre lágrimas.

    Lo abracé y puse mi mano en su nuca para bajar su cabeza al nivel de la mía. Besé sus mejillas para secar su llanto con mis labios y él me tomó por la cintura. Compartimos la cama como solíamos hacerlo cuando recién nos enamoramos y aunque encuentro algo incómodo el hecho de que me abracen para dormir dejé que él lo hiciera tanto como quería. Lo vi dormir, ese ritmo en la respiración me era tan familiar, ese aroma de su piel, esa posición en la que se acomodaba para soñar me era tan predecible…y mientras lo observaba pensaba en lo mucho que extrañaría todo eso si en verdad esa era la última vez que dormía a su lado.

    Me sentí tan culpable, tan confundida. ¿Será cierto lo que me dijo de empezar de nuevo, se podrá o ya es demasiado el dolor que nos hemos provocado el uno al otro como para pretender que podemos escribir una nueva historia? ¿Y Layla, qué voy a hacer con Layla? También quiero estar con ella. Siento que el corazón se me parte en dos, no sé qué hacer. Ojalá pase algo tan importante de aquí a mañana en la noche que me haga tomar una decisión, necesito un factor externo determinante, creo que no puedo decidir sola.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Ambivalencia

Fénix de colores

    - “¿Entonces nunca te enteraste a dónde iba Dalibor cuando tardaba en regresar a casa?”, preguntó mi amiga Lihuén en el camino a la oficina del médico.
    - “No, supuse que estaría en alguna taberna, pero cuando visité la única abierta a esas horas no lo encontré ahí”, respondí mientras trataba de entender por qué los pueblerinos nos criticaban tanto con la mirada…o quizás sólo a mí, no lo sé, pero la situación no ayuda para mis paranoias.
    - “Llegamos, es aquí”, me dijo la adivina señalando el enorme pórtico de hierro del orfanato del pueblo.
    - “¡¿Pero Lihuén, por qué no me dijiste que vendríamos a la enfermería del orfanato? He escuchado muchos rumores sobre este lugar!”, exclamé sorprendida.
    - “No tengas miedo, Fénix, el médico es muy bueno”, comentó Lihuén mientras pasaba su brazo sobre mis hombros y continuó, “…además, es el único en este pueblo que puede ayudarte si acaso las noticias que recibes no son lo que esperas”.

    Corté aliento en esa humilde casa de pesares. El ruido en sus pasillos húmedos y pestilentes era insufrible; gritos, risas, peleas, sollozos y golpeteos de niños sin más familia que sus compañeros de catre con las caras cubiertas de hollín y con más lombrices que pan en el estómago. Durante la consulta, recostada en la mesa de exploración no pude evitar sentir una profunda tristeza por la situación en la que me había metido. Sin prestar mucha atención escuchaba al doctor hablar sobre su oposición a la prohibición de que las mujeres decidan traer al mundo un niño no deseado…y a juzgar por su posición en aquél lugar creo que él sabe bien lo que dice. Al terminar de revisarme lo que me dijo no fue muy alentador, al parecer no había señales determinantes de que estuviera embarazada pero ante la ausencia de mi periodo había que esperar un poco más.

    De regreso a la feria no dije mucho, venía pensando en lo complicadas que serían las cosas si es que en verdad estoy esperando un hijo de Dalibor. Por un lado quería que él se quedara conmigo y por otro, Layla estaba cada vez más presente en mis pensamientos de cada día. Siempre repudié a la gente que se enamoraba de más de una persona a la vez, es más, ni siquiera creía que fuera posible…no pensé jamás estar en estas circunstancias. Después de comer con Lihuén y de agradecerle que me acompañara al médico, me dirigí a la tienda de Layla para contarle mi experiencia…después de todo no era como si me urgiera regresar a mi remolque vacío.

    Al llegar, la caricaturista tenía ya preparada la mesa para tomar el té. El apoyo que sentí por parte de Layla era más de lo que podía pedir y la plática a pesar de mis preocupaciones era muy fluida. Después de que nuestras tazas estuvieran vacías nos sentamos en la cama a discutir sobre a dónde iríamos cuando escapáramos de la feria. Ella proponía ir a otro parque en un condado distinto, yo argumenté unirnos a una caravana de gitanos, ella mencionó que podíamos conseguir un chalet en las montañas, yo pensaba en una cabaña a la orilla del mar, ella habló de cambiar nuestra apariencia, yo respondí que podía buscar un empleo como músico, ella estaba lista para irse al siguiente día…yo no sabía dónde estaba Dalibor.

    De pronto, detrás de ese biombo con motivos orientales las palabras comenzaban a sobrar. El estar en los brazos de Layla podía hacer que me olvidara del resto del mundo en un instante. Sentía que con una sola mirada ella podía enterarse exactamente de lo que ocurría en el fondo de mi alma, y con una sola caricia podía arreglar cualquier disturbio que encontrara en ésta. La caricaturista sabía perfectamente cómo consentirme y en un festín de fresas, chocolate derretido y vino tinto fue que usamos nuestros cuerpos para firmar el juramento de estar juntas por siempre frente a un centenar de máscaras de papel maché como testigos. Caímos exhaustas en la cama y sin más luz que el reflejo del brillo de la Rueda de la Fortuna permanecimos ahí hasta bien entrada la noche platicando como compañeras de toda la vida.

    Ella prendió varias velas y con su destello casi mágico me pidió que me recostara boca abajo en aquel lecho. Sacó algunos pinceles, pintura y polvo dorado y comenzó a dibujar sobre mi espalda como si fuera un lienzo en blanco. El constante cosquilleo de los pinceles me dificultaba enormemente el quedarme inmóvil y ella parecía disfrutar un poco el dulce sufrimiento que me provocaba. Al cabo de unas horas me pidió que me pusiera de pie y acercó un espejo para que pudiera admirar su obra de arte. Mi cuerpo sin más vestimenta que un fénix pintado en toda mi espalda en colores vivos y con un toque de polvo de oro fue sin duda la imagen más impactante y erótica que había visto en mi vida. Le agradecí a Layla infinitamente por el regalo que me había dado, me puse algo de ropa y con un beso me despedí para regresar a casa.

    En mi remolque no podía dejar de repasar en mi mente con una sonrisa todo lo que había pasado en la tienda de la caricaturista aquel día. Estaba muy preocupada y lastimada por el Arlequín pero aún así me sentía feliz porque sabía que Layla no me iba a dejar sola pues ella sería incapaz de herirme así. Mientras admiraba el fénix en mi espalda en el espejo de mi tocador pensaba en lo mucho que compartía con la caricaturista. Ese gusto por el arte, la poesía, la pintura, la música, todo aquello que a Dalibor le parecía una pérdida de tiempo y energía. Él sólo sabía cómo hacer dinero, cómo sobrevivir, y muchas veces me había dicho que su acto como arlequín era sólo “algo que funcionaba”, no algo que expresara su personalidad o su sentir.

    A diferencia de mi novio, Layla no me juzga ni me presiona y eso me hace sentir libre con ella. Puedo platicarle de cualquier cosa sin miedo, sin tapujos, sin velos y eso me da una confianza muy grande. Dalibor, en cambio, me da un sentido de seguridad…y el hecho de que siga enamorada de él no ayuda mucho para elegir. Es muy obvio que los estoy comparando aunque no me guste…y aunque sea de cierta forma imposible pues son personas muy diferentes. Los dos en su oportunidad me han hecho sentir en la cima del mundo, invencible, pero también es lógico que no puedo conservarlos a ambos en mi vida. ¿Será cierto que una sola persona es incapaz de darnos todo aquello que buscamos en una pareja? Probablemente soy muy exigente, quizás siempre habrá “algo” que falte. Por lo pronto me siento mal por ser tan ambivalente con respecto a mi elección y espero que pueda llegar a una conclusión sin daños a terceros…aunque eso sería demasiado pedir dadas las circunstancias.

    Está llegando el amanecer y todavía no hay noticias de mi Arlequín. A estas alturas no me importa si las noticias son buenas o malas siempre y cuando sean de él. No puedo creer que el mero disgusto porque haya faltado a la ceremonia de su espectáculo haya hecho que se marchara de casa y estoy empezando a pensar que era sólo el pretexto que necesitaba para huir…después de todo, ha faltado a ese mismo número todo este tiempo que ha estado desaparecido y eso denota lo poco que le importa. ¿O será que algo grave le pasó? No, no puedo pensar así o la angustia me mataría. Él está bien, sólo está enojado y espera a que pase el coraje para regresar. Porque regresará…espero.